miércoles, 6 de septiembre de 2017

DAC: las matemáticas del sonido


Muchos piensan que la música ya no suena como antes, hay abundantes ejemplos. La tecnología de las últimas décadas ha aportado al sonido una claridad y definición antes desconocidas y muchos están del todo satisfechos con tal evolución.

Sin embargo es notoria la tendencia al revival del vinilo, incluso de modo más marginal con las cintas de cassette. Entre los músicos y audiófilos muchos buscan en las válvulas el santo grial de un sonido que ya no es como el de antes. Esto no quiere decir necesariamente peor y puede ser muy complicado identificar las causas siendo la producción un proceso que involucra muchos y muy diversos factores, pero lo que parece objetivo es que algo del calor analógico se ha perdido con el paso a la era digital.

Es evidente la diferencia en la distorsión que producen ambos tipos de equipo, totalmente indeseable en el caso digital (clipping) y buscada y deseada en el caso analógico que ha dado lugar a rasgos típicos de estilos musicales concretos. Se habla de los famosos “armónicos impares” de los tubos de vacío que dotaban a las melodías de una calidez que se trata en algunos casos de recuperar probablemente sin demasiada fortuna.

Y seguro que la invención del transistor y sus aplicaciones en audio marcó un antes y un después en el sonido, han corrido ríos de tinta ilustrando la cuestión, pero hay otro pequeño componente que ha venido pasando hasta cierto punto inadvertido y es posible que tenga mucha responsabilidad en los cambios que el sonido que se produce ha ido experimentando.

Estoy hablando de los DAC, Digital-Analog Converter. Una descripción rápida para los profanos:

El sonido viaja por el interior de nuestros cacharros en forma de señal eléctrica, una onda con su fase, sus picos y sus valles, continua, y así es como se registraba en las viejas bobinas de cinta magnética de los estudios (el hermano mayor -y profesional- del cassette doméstico)

Había pues en aquellas grabaciones, con mayor o menor calidad en función de muchos factores, un registro íntegro de la señal reproducida en la sesión. Con las coloraciones inevitables de la circuitería, desde luego, pero se registraba una señal íntegra.

Hoy en día todos los aparatitos que reproducen música digital (lo que incluye el CD) llevan uno, se encarga de transformar la información digital, esa ristra de unos y ceros en las señal analógica que mueve los altavoces. Y, en la mayoría de casos ya, antes que ése se ha tenido que dar el proceso inverso, la conversión de una señal desde analógico a digital, ya sea un instrumento o voz.

El proceso de conversión funciona tomando muestras de la señal en espacios realmente cortos de tiempo dando lugar a una serie de puntos (muestras, samples), a modo de coordenadas, por donde el trazado de la señal registrada ha transcurrido.

Éste último punto es la verdadera razón del artículo. Ha surgido a través de la lectura de un fenómeno que ya conocía también producto de la tecnología actual, en este caso en la imagen. Se trata del conocido como “soap opera effect” muy común en los nuevos televisores. Es un efecto evidente y que algunos les puede incluso gustar, aunque es mucho más fácil percibirlo que describirlo consiste en que la imagen (y en especial el movimiento) cobra cierto carácter hiperrealista que usualmente se ha atribuido a cámaras de baja calidad utilizadas en producciones de bajo coste, de ahí el nombre.

Este efecto es causa directa de lo que se conoce como interpolación. Al igual que en el caso del sonido se toman una serie de muestras en espacios muy breves de tiempo y se reproducen seguidas creando la ilusión de continuidad. El fenómeno tiene lugar cuando se enriquece artificialmente esas muestras añadiendo mediante cálculos matemáticos otras que no forman parte del registro y se intercalan con las reales, dando lugar a esa característica sensación de algo más real incluso que la realidad. Una imagen más afilada, más definida y por supuesto sin ese para muchos aún agradable difuminado que diferencia cine y televisión. El efecto tiene algo de mayor realidad y a la vez de gran artificialidad, para mí personalmente es en algunos casos muy molesto aunque pueda tener aplicaciones concretas.

Pero el artículo en realidad es sobre sonido. Volviendo a los DAC se puede apreciar un situación muy similar. Si hemos visto que los DAC realizan para la conversión analógico digital una toma de muestras, ¿cómo lo hacen para producir una señal continua en el proceso inverso? Como no podía ser de otra manera, se trata de interpolación. Y es de suponer que cuanto menor sea la parte de la señal "sampleada" y mayor la parte de la señal deducida matemáticamente, más notorio será el efecto que, sea cual sea la capacidad de muestreo, audible o no, siempre va a existir.

Tal vez el efecto “soap opera” pueda explicar las nuevas cotas de brillo y definición en el sonido actual, desconocidas antaño, cuando la música sonaba tal vez más cálida y más real (¡o no tanto!). Un DAC no tiene nada que ver con la Alta Fidelidad sino con todo lo contrario y no va a haber válvula milagrosa que resuelva eso.

No reniego en absoluto de la tecnología de audio presente que ha logrado poner al alcance de todos los mortales herramientas que antes por razones de coste eran privilegio exclusivo de la gran industria, ni mucho menos. Más bien se trata de señalar lo que algunos andan buscando perdidos entre vinilos, cassettes y válvulas con cierta nostalgia por un sonido que en genearl ya no ha vuelto a ser el mismo. Al margen de otros muchos factores como guerras de volumen, autotune u otras lindezas que la tecnología ha traído consigo.

Entre guitarristas, cuando una guitarra no está “quintada” u “octavada” (eso es que suena afinada pulsando la cuerda al aire pero desafina a medida que asciende por la escala) se dice que esa guitarra “miente”. Pues bien, tu DAC te miente. Esa es la mala noticia, la buena es que no estás loco. Al menos no por percibir algo tan sutil que la mayoría de gente que no se dedica al sonido (y muchos de los que se dedican) apenas aprecia. Bienvenido a la era de la hiperrealidad, bienvenido a la era de la mentira.

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